Pensamos en el día de la madre en qué dimensión íbamos a resaltar. Si las estadísticas que muestran cómo la maternidad implica un antes y un después en las trayectorias laborales de las mujeres. Si la falta de perspectiva de género en la atención de la salud de las mujeres. O las tasas de feminización de la pobreza y su relación con las tareas de cuidado.
Gran parte de nuestro trabajo, y mi trabajo personal como oradora, es convencer con argumentos a diferentes audiencias y moverlos de lo que creen para mostrarles con datos, de qué se trata la perspectiva de género. Pero en este día de la madre decidí que quería dejar los números y argumentos de lado y abordar el tema desde mi propia perspectiva.
Crecí escuchando, como muchos y muchas, a mi mamá decir que ella no era “nadie” porque no había estudiado una carrera y porque no trabajaba. Crecí viendo a mis abuelas sin preguntarse siquiera si había elegido qué vida querían.
Lo femenino y maternal como lo desvalorizado socialmente no es solo una teoría. La maternidad es eso que no tiene brillo, glamour, de lo que necesitamos “un recreo” porque es abrumadora, transformadora, cansadora. No solo es un factor expulsivo en los trabajos, incluso dentro del feminismo mismo muchas veces es dejado de lado. La maternidad tampoco es algo que basta con “ponerle actitud” y “organizarte” frente a la realidad del mercado. Y debería ser siempre una decisión de una adulta, y no una imposición de un proceso fisiológico.
Cuando me quedé sin trabajo y a los pocos meses fui mamá, mi sensación también fue de fracaso y de no ser nadie. El post parto que suele ser descarnado y te deja desnuda frente a tu propia psicología, se complicó con una situación de desempleo después de 13 años de trabajo ininterrumpido con éxito. Esas palabras con las que crecí, a pesar de los años de terapia y de mis logros se hacían carne. Ser una potencial madre me hizo quedarme afuera. ¿Afuera de qué?
Había crecido pensando que un trabajo remunerado te hacía valiosa. Solo con el tiempo y terapia me di cuenta que eso formaba parte de mi subjetividad e impactaba de esa manera.
Atravesé esos primeros años. Seguí luchando por asentarme en esa nueva yo que era ahora madre y también a la vez, pensando en qué tipo de trabajo iba a hacer. En el medio, hice muchas cosas: investigación, clínica, posgrados, trabajé en violencia. Bridge The Gap no existiría hoy sin ese postparto violento y todo ese sufrimiento. Sin esa sensación de estar afuera. Sin esos pensamientos de “ya no se que voy a hacer con mi vida”.
Mi vínculo con Olivia es lo mejor de mi vida lejos. Pero también es el resultado de reconstruirme yo en otra, completamente distinta.
Hoy no vengo con estadísticas y cifras. Vengo con mi proceso de maternidad, que siempre es eso, una construcción.
Vengo con las historias de las mujeres que me antecedieron. Las invito a todas a repensar a estas mujeres de sus vidas, y ver cómo ellas también están hablando dentro nuestro, con sus victorias y fracasos. Con sus pedazos de frases, incluso si es para hacer algo distinto a ellas. O lo contrario, incluso.
En esta lucha que estamos emprendiendo por la igualdad, conviven todas esas historias. Hablan ellas también. Vidas marcadas por el género al que pertenecieron que marcó una forma de vida, de no elección.
Venimos de historias previas a nosotras mismas. Y estamos cambiando la historia para nosotras.
Feliz día!
Cintia Gonzalez Oviedo
Directora Bridge The Gap
Bridge The Gap es una consultora líder en género diversidad e innovación. Ayudamos a las empresas a ser más diversas e inclusivas. Presente en Argentina, Ecuador y extendiendose por Latam.