Lo más común es no contarlo”, me dice Cintia González Oviedo, psicóloga especializada en género y directora de Bridge The Gap. Habla de los abusos que podemos arrastrar una vida entera y que se quedan estancados en nuestra piel como una huella imborrable de nuestro cuerpo, pero no de nuestro lenguaje.

Son nuestro peor tatuaje, porque nos da vergüenza mostrarlo y porque preferimos dejarlo clavado allí, doloroso, pero transparente e invisible para los otros. Como una marca de dolor, la culpa y la vergüenza abrazan el silencio en un sinfín de días de vida que pasan, pero que nadie sabe qué pasa. Romper el silencio puede costar volver al silencio.

Pero el 11 de diciembre del 2018 pasó un huracán llamado Thelma. El huracán se llevó, entre otras cosas, el estigma, la marca y la humillación que fueron sepultados debajo de nuestras pieles durante muchísimos años. Con ella, todo fue ebullición: con la palabra, vino la materialidad. Pero como en todo huracán, tuvo su costo. Darle lugar a la palabra de la mujer y permitir la efervescencia de sus propias historias insta a que se busque devolverlas al lugar que les tocó desde un principio: lo íntimo y lo oculto.

“Está inestable”, dicen algunos, utilizando el argumento que asocia a la mujer con lo meramente emocional. “¿Por qué tardó tanto en contarlo?”, indagan otros, demandando un mismo proceso en todas por igual.
Sin embargo, el huracán ya había pasado. Cuando la palabra materializa, la cosa oculta encuentra lugar. Y en el lugar, ya no hay vuelta atrás. Lo que sale de adentro, lo que se guarda y lo que se sostiene en el ámbito privado adquiere notoriedad pública y es imposible de frenar.

Cintia González Oviedo nos ayudó a comprender el aspecto psicológico de las palabras, los actos y discursos de Juan Darthés y Thelma Fardín, pero que es también, esta última, un poco las palabras de todas las mujeres.

“Mirá cómo me ponés”

“Mirá cómo me pones”, le dijo Juan Darthés a Anita Coacci a fines de los 90s tras tirársele encima, besarla contra la pared y agarrarle la mano contra su voluntad para que le tocara sus partes íntimas.

En el 2005, en plenas grabaciones de Dulce Amor, Darthés tocó en la espalda hasta la cola de Natalia Juncos con su dedo, para después decirle: “Mirá cómo me ponés, mirá cómo me calentás” y selañar sus partes íntimas.

En el 2009 hizo lo mismo con Thelma Fardín, para ese entonces de 16 años, cuando la besó por el cuello y la llevó a que tocara su sexo, previo a violarla en una gira de Patito Feo. Él tenía 45 años.

Para la psicóloga, no sorprende que el actor mantenga un mismo modus operandi en tres ocasiones diferentes: “Es muy común que se repitan patrones de una persona cuando va a acechar a una víctima. Es muy común esto de la misma frase porque es un indicador probatorio”, comienza respondiendo. “El ‘mirá cómo me ponés’ me hace acordar a ‘me mandé una macana’ que muchos femicidas dicen luego de asesinar, que, desde un análisis más macro, es la cultura patriarcal”, nos cuenta. Según González Oviedo, se busca, de ese modo, des-responsabilizarse a sí mismo, echando toda la culpa en su propia víctima:

Es responsabilizar a la mujer como objeto que me atrajo y que me provoca esta situación. En sus palabras, no hubo ni una responsabilidad absoluta, aún siendo adulto en esto. Y detrás, está la cultura de la violación: se castiga a la mujer por lo que ella misma provoca y debe ser ella la que se tiene que hacer cargo de que atrae al hombre como una carnada”, cuenta. Así, el ‘ella tuvo la culpa’ o ‘es una buscona’ son términos que no existen para los varones, pero sí para las mujeres.

Con el ‘mirá cómo me pones’, Thelma, Natalia y Anita terminan siendo víctimas de lo que ellas mismas causaron y, como tales, deben cargar con la culpa y la responsabilidad. Darthés, al pronunciarlas, deja en claro que es algo que a él mismo le excede y que, por ende, su respuesta no es más que una acción frente a un estímulo.

“Tus hijos tienen mi edad”

Esas fueron las palabras que usó Thelma Fardín para generar empatía en Juan Darthés: “Después descubro que es algo muy propio de las víctimas pensar en lo que el victimario no piensa”, contó Thelmadespués.

Según la psicóloga, esto suele suceder en esas situaciones: “En momentos de supervivencia se despliegan tácticas y estrategias. No todo el mundo va a utilizar las mismas porque somos todas personas distintas”, responde. “Buscar empatía en el abusador es algo bastante corriente, pero depende de la situación: de la parálisis de la persona, de cada persona en particular… En este caso es eso: búsqueda de empatía”.

“Yo fui el que le dijo: ‘Mis hijos tienen tu edad’”

Darthés brindó una entrevista con Mauro Viale en el que invirtió el discurso de Thelma Fardín. Allí, contó que ella fue la que se le insinuó y que él, por el contrario, le dijo: “Tenés novio, mis hijos tienen tu edad. Estás loca”.
“Invertir los roles es una estrategia muy común. Trasladan la culpa y la causa de la situación a la víctima”, cuenta Cintia González Oviedo sobre los dichos de Darthés.

¿El victimario sabe que no fue así? ¿Miente descaradamente como estrategia discursiva? Para la psicóloga, no solo se trata de invertir los roles, sino también de reforzar algo que ellos creen verdaderamente: “Las creen culpables de lo que ocasionaron entonces es un: ‘Ella se me insinuó’. Lo piensan de verdad y, al mismo tiempo, les sirve como estrategia”.

“Creo que Thelma se sentó al lado mío en el avión. ¿Si pasara algo así sería normal que al otro día estuviéramos todos riendo?”

Darthés quiso instalar la idea de que Thelma volvió sentada a su lado en el avión, sonriente, y que eso no era compatible con la posibilidad de haber sido violada. Sin embargo, para Cintia González Oviedo, este argumento carece de validez:

Está instalada esa idea de que la víctima, en casos de violación, sale corriendo despavorida, pero lo que no saben es que es un estereotipo de violación que hay que desmontar”, responde. “Hay veces que las violaciones son realizadas por una persona conocida, de tu más entera confianza, que puede ser tu padre, tu tío, tu amigo y eso no quiere decir que al otro día evites sentarte con él. No te entra en la cabeza que lo que viviste fue una violación. Entonces, se manifiesta en otras conductas, en otros ámbitos, en cambios. Sobre todo en los chicos, que siguen viendo a sus familiares y hasta incluso no manifiestan rechazo”, cuenta.

“El estereotipo de violador de callejón” es el que usó Darthés para argumentar a su favor. Para la psicóloga, fue un movimiento errado: “Intentó usar a su favor eso porque no es psicólogo, pero no: él era una persona de confianza, tardó mucho tiempo en ponerle la palabra violación, fue una tira de dos o tres años”, argumenta.

Como todo proceso traumático, a Thelma le costó ponerle el nombre a lo que había sucedido. Romper la enorme capa del silencio tiene que ver, como dijimos, con hacer material lo oculto. Y para la psicóloga, lo de Fardín es un claro ejemplo de que no hay una sola manera de procesar lo ocurrido: “Tardó mucho en ponerle la palabra violación. Decía ‘mala experiencia’. Y lo que pasa con eso es que no estás colocando al otro en el lugar del violador si vos no decís la palabra violador”.

Para la experta, no es fácil decir que fue una violación. “Cuando sos niño o adolescente, es algo que sucede sin que te des cuenta. A esas edades no tenés conformada tu identidad adulta, no tenés herramientas para poder detectarlo. Y esto es muy frecuente”, revela.

“Yo soy un pibe más”

Darthés se sentía como cualquier otro adolescente. Lo decía a diario, según cuentan los actores que trabajaron con él en Patito Feo. Lejos de ser el adulto del grupo, él sentía que estaba a la par de los más chicos.

Sin conocer un estudio psicológico de Darthés para comprender en profundidad cómo se sentía él rodeado del elenco, la psicóloga cree que el “soy un pibe más” tiene que ver con “la generación de códigos de confianza, que puede ser una naturaleza del abusador, pero también puede responder a una característica de una persona y no significa que sea abusador”, justifica.

Si bien es necesario comprender cómo se manejaba Darthés con otros grupos, para la psicóloga puede responder a una manera que tenía el actor de relacionarse: “Sentirse cómodo en ese rol de infantilizarse puede ser una forma de construir relaciones, generando identificación enseguida con el grupo en el que está inserto. Pero no lo sabemos, para este tipo de respuestas se necesitan pericias”.

“¿Por qué no lo contó antes? o ¿por qué no pidió ayuda al personal del hotel?”: dos argumentos usados en contra de las palabras de Thelma

Tras la difusión del video de la denuncia de Thelma, muchos salieron a cuestionar sus propias vivencias. Y lo hicieron esperando de ella una reacción diferente a la hora de suceder el hecho: que debería haberlo contado en su momento, que debería haber pedido ayuda, que tendría que haberlo notificado allí.

Para pedir ayuda tiene que sentir que lo que sucedió es algo, tiene que estar clara en la situación que haya vivido para poder pedir ayuda. Lo que la víctima hace, en cambio, es replegarse hacia sí misma, para adentro. Si una va a pedir ayuda al hotel, estás denunciando. Y para eso debe asumir su posición de víctima de manera inmediata, algo que cuesta muchísimo”, define González Oviedo.

Cuando sucede un hecho de estas características, pasa lo que se llama “trastorno de estrés postraumático”: “Fue tan avasallante la situación que el aparato psíquico no pudo colocarla en un lugar y definirla en un marco. En consecuencia, tenés una persona que tarda muchos años en tramitarlo a lo real y, desde el punto de vista simbólico, ponerlo en palabras, definirlo. Lleva años, incluso con terapia”.

Hay personas que llevan una vida entera sin poder materializar. Cintia González Oviedo tiene claro que es un proceso de larga duración y diferente para cada persona: “Hay víctimas que tardan toda una vida en contar una violación que sufrieron cuando eran chicos, porque es un acto de humillación, porque es un acto contra uno mismo, de estigmatizarse, de humillarse frente a la sociedad, de ser la pobrecita, la traumada: se ponen en juego un montón de etiquetas que la sociedad ha construido sobre las víctimas de abuso. Es un proceso que dura años”.

Del mismo modo, hay que comprender que no todas las personas son iguales y que los vínculos y códigos que las víctimas tienen con su victimario son totalmente distintos: “El primer paso es comprender que cada uno tiene su subjetividad y respetar esa subjetividad, que es lo que no sucede, por eso se argumentan estas cosas contra las mujeres”, cuenta.

“Así como es difícil asumir que uno estuvo en posición de víctima, es difícil que les crean. Contarlo puede llevar años y a veces nunca se revelan, años de no revelar abusos infantiles de sus padres, abuelos, tíos”, dice. “Lo más común es no contarlo. Incluso a las personas de tu entorno”.

Lo que recae sobre ellas es el peso moral y sobre qué habrá hecho para merecerlo. Esto se puede observar incluso en los femicidios, para Cintia: “La mujer está muerta, enterrada y torturada, pero los medios y la justicia se empecinan con resaltar que antes de que sucediera ‘tenía una vida sexual activa’ o ‘hacía tal otra cosa’. El caso de Lucía Pérez fue claro con esto: molestó que sea libre sexualmente. Está tan naturalizado que colabora a que las víctimas no lo terminen contando”.

9 años tardó Thelma en contar que la habían violado. Por ella, varias mujeres de 60 se dieron cuenta que habían sido abusadas en la infancia. Por esas señoras de 60, otras de 30 pusieron en palabras lo que sucedió en sus casas cuando eran niñas. Otra recordó un proceso que vivió a los 20, cuando empezaba a amar libremente. Él reconoció que también vivió un episodio muy traumático cuando era joven. Algunas dejaron de hablar con unos pocos y decidieron hacerlo con muchos.

Cuando las historias traspasan las puertas de lo privado, se vuelven políticas. O como dice González Oviedo: “Thelma destapó una olla de testimonios imposible de frenar”. Como un efecto dominó, las palabras se colocaron en su lugar y generaron, pieza por pieza, un indestructible camino que tiene un único destino: la libertad.

Nota original: https://www.mundotkm.com/genero/2018/12/23/mira-me-pones-palabras-darthes-desde-la-psicologia/