Los abuelos son la red de apoyo más importante en siete de cada diez hogares porteños que reciben ayuda. Son ellos (en su mayoría, abuelas) las que “de paso, si total no me cuesta nada”, también van al supermercado si hace falta comprar algo, ordenan los juguetes de los chicos, sacan la ropa del tender o riegan las plantas. Salvo en lo que se refiere a la limpieza general de la casa, su rol se sobrepone a todas las actividades.
Según los resultados de la primera encuesta sobre la caracterización de las familias porteñas, realizada el año pasado y difundidos ahora por la Dirección General de Desarrollo Familiar, junto con el Observatorio de la Deuda Social de la UCA, los abuelos cumplen una función determinante en el cuidado de los nietos ante diversas circunstancias, y su colaboración es clave para que el andamiaje de la rutina familiar no se desmorone.
A pesar de este dato, las familias han sufrido muchísimos cambios en su logística de cuidados de un tiempo a esta parte: más mujeres han ingresado al mercado laboral desde la década del 90s y más familias encuentran en las ciudades su hogar para reducir tiempos de viaje.
Si antes se cuidaban a los niñes entre tías, madres y abuelas, hoy los abuelos y abuelas son mucho más activos que en otras épocas, con actividades laborales, sociales y de ocio plenas. Esto resulta en el fenómeno de las “madres de departamento”: madres que cuidan solas, que deben pagar tareas de cuidado y contratar personal o jardines, si es viable económicamente, y además cargan con la responsabilidad de proveer a sus hijos e hijas de actividades deportivas, lúdicas sociales e intelectuales en mayor medida que en épocas anteriores, dadas las características de la sociedad actual, de la exigencia y complejización del mundo laboral y de la sobreabundancia de estímulos y propuestas. Esto incide en la salud mental de las madres y los padres, particularmente de las primeras quienes tienen a su cargo el 75% de las tareas de cuidado.
Es por eso que el auge de las “tribus digitales” de soporte en facebook, whatsapp e instagram reemplazan (aunque con impacto emocional diferente) a las viejas tribus de antaño.
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