Evguenia Alechine es doctora en Bioquímica. Tiene 35 años y está recaudando fondos para ir a la Antártida a estudiar el cambio climático junto con un gran grupo de mujeres de todo el mundo.

Quisimos entrevistarla desde Bridge The Gap ya que necesitamos más modelos de rol en ciencia, especialmente para las nuevas generaciones.

Por: Victoria Abatte para Bridge The Gap

@vicabatte

Victoria Abatte

 

 

 

 

 

¿Cómo llegaste a la bioquímica? ¿Siempre te interesó la ciencia y la divulgación científica?

Cuando estudiaba en la secundaria pasé por varias opciones de carrera. Llegué a considerar estudiar economía, que igual duró muy poco, por suerte porque no hubiera sido lo mío.

Los últimos años pensaba que iba a estudiar ingeniería química. Era la opción que me cerraba, porque siempre lo que más me gustó fueron las ciencias exactas: física, química, matemática. Era lo que mejor se me daba y lo que más me gustaba y me divertía.

La biología y la bioquímica nunca fueron algo que particularmente me interese, hasta que en un momento me picó el bichito por la genética. Ya en el último año de la secundaria empecé a averiguar dónde podía acá estudiar genética y de qué manera. Las opciones que había era irme a estudiar a Misiones (que no era una opción que yo hubiera considerado en ese momento) o había gente que iba a estudiar medicina y después se iba a ir a especializar en genética a Estados Unidos u otros lugares. Eso tampoco sentía que era lo mío.

En eso, una compañera que también le interesaba el tema de la genética me dijo que ella iba a estudiar bioquímica. “Bio qué?”, le dije. Literalmente no sabía qué era. Me contó que su mamá trabajaba en la facultad de Bioquímica y podíamos ir a verla y que nos cuente un poco de qué se trataba. Fuimos y vi que esta mujer estaba totalmente apasionada por lo que hacía. Era investigadora y docente en la facultad, nos mostró el laboratorio y todas las cosas que hacían con una pasión que era contagiosa.

Dra. Evguenia Alechine Ph Joaquin FeijooEn ese momento todavía estaba con la idea de inscribirme en Ingeniería, así que empecé las dos carreras: el curso de ingreso al ITBA para Ingeniería Química y el CBC de Bioquímica. Las hice en paralelo el primer cuatrimestre, hasta que me di cuenta que Ingeniería no era lo mío y que tampoco lo era la universidad privada. Me gustó mucho el enfoque de la UBA, me gustaban las materias, me enganché mucho con la parte médica, biológica y humana. Desde ese momento no frené a pensar o a recalcular: hice Bioquímica, Máster, entré a laburar en la facultad haciendo investigación y docencia y finalmente hice el doctorado en Bioquímica y el día después que defendí mi tesis de doctorado me fui.

Siempre me gustó mucho estudiar la ciencia, todo lo que iba leyendo me encantaba, siempre quería saber más, todas las materias. Cuando estudiaba en la facultad miraba la correlativa siguiente para motivarme.

Después, cuando empecé a trabajar en investigación e hice el master y el doctorado empezó a ser bidireccional: no era solo que yo escuchaba y aprendía, sino que era charlar con gente sobre ciencia, discutir experimentos y resultados publicados, ir a congresos, presentar mis resultados. Siempre me gustó mucho la interacción entre científicos. Cuando terminé mi doctorado y me fui del ambiente académico se dio también la interacción entre la ciencia con el resto de la gente. Fue bajar el conocimiento científico a algo menos técnico y menos complejo y más entendible que estuviera disponible para toda la población, que lo pueda entender cualquier persona. De alguna manera, ese es el aporte que hacemos los científicos a la sociedad. Si el conocimiento científico queda dentro del laboratorio y del ambiente científico porque nadie lo puede interpretar, no sirve.

¿Cuándo empezó tu interés por el cambio climático y la sustentabilidad?

En realidad fue hace muy poquito. Toda mi carrera fue en relación a las ciencias de la salud y cuando empecé a trabajar en comunicación científica también fue en la parte de salud humana y la optimización de la salud por métodos naturales.

Hasta hace menos de un año casi que no sabía ni qué era el cambio climático. Siempre me importó mucho la naturaleza, el medio ambiente, la sustentabilidad, pero desde un lugar muy personal.

En realidad, la manera en la que yo conocí el programa de Homeward Bound del que estoy formando parte fue a través de una organización. Cuando me fui del ambiente científico académico no sabía muy bien qué hacer ni cómo insertarme en el mundo laboral y una persona que conocía me recomendó que me asociara a una organización internacional que se llama Cheeky Scientist, que ayuda a científicos (doctores, doctorandos y postdoc) a hacer la transición a la industria. Esa organización me ayudó mucho a definir qué quería hacer, cómo, cómo lograr mis objetivos profesionales, pero además me generó una red de contactos muy grande.

Dentro de esa red estaba una chica que tenía un puesto bastante alto en esta organización. La conocí en uno de mis viajes a Inglaterra. Si bien su tema había sido otro, tuvo una trayectoria científica muy parecida a la mía. Después de hacer su doctorado en neurociencias, se pasó a la parte de comunicación, trabajó como editora para una revista y después terminó en esta organización.

Ella tampoco tenía nada que ver con el medio ambiente y sin embargo se presentó y fue parte de la segunda cohorte de este programa y que viajó a la Antártida. A mí me inspiraba mucho lo que ella hacía. Cuando volvió de la Antártida tuvimos una charla, yo quería que me cuente todo, que me cuente su experiencia, cómo había sido el pre, el post desde un lugar de curiosidad. Ya terminando la conversación que yo decía: “Uy qué lindo, cómo me gustaría hacer algo así a mí también”. Ella me insistía con que podía, pero yo sentía que no tenía nada que ver, no sabía nada de cambio climático ni ambiente, ni siquiera soy bióloga, la bioquímica es muy de la salud humana, es otro nicho. Ella me hizo ver que su historia era muy parecida a la mía y me impulsó e inspiró a presentarme. Me decía que yo aportaba un montón a la diversidad del grupo, por mi formación y porque estaba involucrada en divulgación científica y la salud, y aparte venía de América Latina, que está bastante poco representada. Uno de los objetivos del programa es formar una red global de mujeres científicas, entonces está bueno que haya diferentes puntos de vista y aportes, todo suma.

Entonces me presenté, pero sin demasiadas expectativas. Pensaba que era obvio que no iba a quedar. El día que me llegó el mail, que era un mail larguísimo, y en la página 15 recién decía que había quedado seleccionada, lo tuve que releer varias veces para entender si realmente me estaban diciendo que sí o que no. Fue muy gratificante.

¿Y ahora estás recaudando fondos?

Somos cien científicas que vamos a viajar en un barco hasta la Antártida. Vamos a vivir tres semanas en el barco y todas las actividades de liderazgo, resolución de problemas, simposios, todo se va a hacer arriba del barco.

El costo por cada una de las participantes es de aproximadamente 30 mil dólares. Casi la mitad la cubre la organización, una ONG australiana, que tiene su propios fondos de sponsors que los apoyan. Pero la otra mitad la tiene que cubrir cada participante. En mi caso, entre vuelos, indumentaria y otras cosas que necesito, tengo que poner 18 mil dólares.

Uno de los compromisos que aceptamos cuando nos presentamos y que lo ratificamos cuando aceptamos la participación después de quedar seleccionadas es que al menos la mayoría de ese dinero no venga de nuestro propio bolsillo, sino de recaudación de fondos. De esta manera se aseguran de que no sea un programa elitista, y que no sólo el que tiene plata lo puede hacer.

Cada una de las chicas tomó diferentes vías para afrontar la recaudación de fondos. Hay algunas que están esponsoreadas 100% por las empresas o las organizaciones donde trabajan. Hay otras que buscaron esponsoreo de organizaciones externas que dan becas, como Naciones Unidas o Greenpeace. Hay chicas que están haciendo actividades de fundraising que puede ser una exposición de arte o un taller.

En mi caso, elegí la vía del crowdfunding para que llegue a más gente y que más gente ponga menos plata. Mi objetivo es que la campaña llegue a 18 mil personas que donen un dólar. De esa manera, siento que no es mucho realmente, incluso con nuestra economía y la situación del dólar. Sin embargo, la persona que está poniendo ese dólar se está comprometiendo a apoyar la causa, que le importa el medio ambiente y que está haciendo algo, si no le importara ni siquiera pondría ese dólar. Y por otro lado, se están comprometiendo con ellos mismos, que les interesa lo que voy a comunicar desde los aprendizajes que voy a ir teniendo, tanto antes de viajar como después del viaje.

Así, además, se da visibilidad a este proyecto que abarca los temas más “populares” y candentes actualmente, que son igualdad de género y cambio climático.

Es muy interesante hacerlo desde una base científica y especialmente con estas cien mujeres que es una más grosa que la otra. Para mí es increíble tener la posibilidad de estar ahí y conectarme con mujeres que trabajan en distintos ámbitos, como política o responsabilidad medioambiental de empresas.

¿Por qué se elige la Antártida?

Hay varias razones por las que se elige. Primero, Antártida es uno de los lugares del planeta más vulnerables al cambio climático. De alguna manera, la intención de que nosotras vayamos a Antártida es que veamos con nuestros propios ojos qué es lo que está pasando y que eso nos afecte de alguna manera más profunda para que al volver ese cambio que se produjo en nosotras se pueda transmitir al resto de la sociedad y la gente que nos rodea, tanto en la microescala (familia, amigos, gente con la que trabajamos) a empezar a hacer campañas de concientización y diseñar políticas públicas.

Después hay otra parte que es muy interesante que es que esta situación de vulnerabilidad que tiene la Antártida también tiene que ver con lo que nos va a pasar cuando estemos en el barco. Nosotras vamos a estar tres semanas en el barco totalmente fuera de nuestra zona de confort. Vamos a estar lidiando con nuestros propios miedos, nuestros propios problemas, y nuestras propias situaciones. En ese contexto, las actividades que se generan buscan resolución de problemas, colaboración, comunicación científica, visibilidad. Genera ese microambiente que te fuerza a volverte más fuerte y más poderoso como líder. Este es justamente un programa de liderazgo, entonces realmente se busca cómo sacar lo mejor de uno.

Desde la parte más estrictamente científica, la idea es que nosotras vayamos y conozcamos las diferentes bases científicas, a hablar con los investigadores para ver qué se está haciendo y qué se puede hacer.

Es el lugar ideal para que nosotras sintamos por un lado ese sentido de urgencia que tiene la situación de la acción climática que hay que hacer ya ahora ayer, y por otro lado genera estos lazos entre nosotras y saca lo mejor de nosotras como líderes y también para aprender de la ciencia de cada una, porque vamos a tener simposios científicos dados por todas las integrantes del grupo.

En estas últimas semanas pasaron dos cosas interesantes. El Senado declaró la Emergencia Climática y te llegó un mensaje del presidente. ¿Cómo viviste estos hitos?

Que se haya declarado la emergencia climática me parece un gran paso y muy importante, pero no significa nada. Es el primer escalón para empezar a hablar.

Hay algo que presencié con mis propios ojos y me sorprendió para bien es que, cuando volví a Argentina después de vivir dos años afuera, llegué con un prejuicio de que acá a nadie le importaba el medio ambiente ni el cambio climático.

Hace un par de semanas se llevó a cabo la semana de la acción climática en el Palacio de las Aguas y fui a escuchar y aprender qué se estaba haciendo en Argentina y me sorprendió para bien la cantidad de proyectos que se están llevando a cabo. Se creó el Gabinete de Cambio Climático, que si bien es un ente creado durante este gobierno es independiente del partido político de turno. Los primeros objetivos de este plan de trabajo son a 2022, con lo cual el gabinete va a seguir independientemente del resultado de las elecciones, que me parece extremadamente importante. Ahí aprendí mucho lo que se está haciendo en Argentina y la declaración del Senado de la Emergencia Climática también suma a esa línea de pensamiento.

También entiendo que lo que pasó en el Senado fue más por el impulso que le dio la sociedad y los activistas que un tema político.

El saludo del presidente fue algo totalmente inesperado. Si bien se entiende que estamos en campaña y obviamente los candidatos van a poner sus granitos de arena para mostrar lo que se está haciendo, para mí fue un reconocimiento increíble porque más allá de las diferencias políticas, el presidente de la Nación sabe que existo y sabe de mi proyecto.

A mí me encantaría que esto no quede nada más que en un saludo o un mensajito por WhatsApp, sino que realmente se transforme en una concientización y visibilidad del proyecto. Me gustaría ver la posibilidad de colaborar o ser el nexo entre la organización que es global y Argentina. Porque estamos yendo todos hacia el mismo lado, todos remando en el mismo bote. Entonces, quisiera ver cómo podríamos hacer esa colaboración, para que no quede en sólo en el saludo.

¿Qué tan importante es el rol de la sociedad civil y el activismo en estos proyectos?

Es muy importante. Históricamente, ningún poder político tomó ninguna decisión en pos del pueblo o de la sociedad porque sí. Siempre hay una presión de la sociedad para no sólo pedir sino exigir que se genere un cambio.

Estamos en un momento en el que si uno individualmente no es parte de la solución, es parte del problema. Lo que está pasando con el cambio climático es que si nosotros seguimos igual que como estamos, realmente en 50 años (no 5 mil) los que son chicos ahora van a ser adultos y no va a existir el planeta como lo conocemos ahora. La cantidad de catástrofes que se prevén con el ritmo de contaminación y calentamiento global es alarmante. Entonces hay que hacer un cambio ya y lo tenemos que hacer todos.

Tenemos que concientizarnos cada uno desde lo individual en qué podemos hacer en temas de basura, de consumo responsable de electricidad, el uso de combustibles fósiles, el reciclado e incluso con nuestras propias elecciones diarias. Veo, por ejemplo, que la gente se queja de que en los supermercados envuelven productos innecesariamente en una bandeja de telgopor y papel film, dos de las cosas que más contaminan. Pero, ¿por qué los supermercados los venden? Porque hay gente que lo compra. Es oferta y demanda. Son pequeñas cosas que si las pensamos un poquito y nos adaptamos, se puede vivir.

Uno de los próximos artículos que voy a escribir para mi blog es sobre compensación de emisión de dióxido de carbono. que tienen que ver con los viajes, sobre todo con los viajes en avión, pero también con el uso del auto y todo lo que hacemos que emite dióxido de carbono y qué es lo que podemos hacer para compensar y mitigar ese efecto. Incluso estoy haciendo investigación en cuáles son las aerolíneas más ambientalmente responsables, que lamentablemente no hay una que sea la ideal.

A lo que voy es a que si nosotros empezamos a demandar más, a cambiar nuestros hábitos, también las empresas van a verse forzadas a cambiar. Incluso ahora hay multinacionales gigantes de la industria del petróleo que ya están implementando energías renovables porque se dan cuenta que va a llegar un momento en el que se queda sin negocio, más allá de quedarse sin planeta. Pero también desde un punto de vista económico.

Quiero mencionar algo que no está directamente relacionado con el cambio climático pero sí con nuestras elecciones y lo que le exigimos al Estado y a las empresas es el tema de la alimentación. En el momento de que cada persona empieza a tener una alimentación saludable con menos alimentos procesados, más frutas y verduras orgánicas le estamos dando mucho más trabajo a un sector que está trabajando en eso y que está muy postergado. Y muchas veces es un tema de hábitos más que económico. Es ir al lugar donde sabés que te venden la fruta y verdura orgánica y comprarlo ahí y elegirla o esperar que madure, o no estar comiendo bananas en invierno cuando sabemos que no es la época y como las traen de Ecuador uno está acostumbrado a comerlas en julio, pero entender que es mejor comer cosas de estación. Eso es mucho más saludable para nosotros y para el planeta por cómo se lleva a cabo esa agricultura. Así estamos generando una economía y un planeta y un medio ambiente mucho más saludable para todos.

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Dra. Evguenia Alechine Ph Joaquin Feijoo

Dra. Evguenia Alechine Ph Joaquin Feijoo