Por Agostina Ciampa

 

Quienes trabajamos en el tema, sabemos cuán difícil resulta para aquellas que viven con algún tipo de discapacidad conseguir un trabajo hoy día en Argentina. Afortunadamente, los avances de la ciencia han permitido que puedan aspirar a alcanzar una mayor autonomía en sus actividades de la vida diaria y a un mejor desempeño en ocupaciones productivas. Sin embargo, como sociedad, aún tenemos una gran deuda pendiente en lo que refiere a su inclusión laboral, y no necesariamente porque no cuenten con aptitudes para ello, sino porque de momento, se ofrecen escasas oportunidades o no se trata de puestos de trabajo accesibles para un desempeño competente.

 Todo muy lindo, pero ¿yo qué tengo que ver?

Ya desde hace algunos años, numerosos estudios (M Schönberger, 2011; B Kirsh, 2009; R. Sjöström, 2011; Hackett ML, 2012) destacan los beneficios económicos que conlleva para un país emplear a personas con alguna discapacidad. Específicamente, uno de ellos compara el costo (o la inversión) de realizar un proceso de Rehabilitación Vocacional durante 5 años versus el costo que conlleva el hecho de que una persona se encuentre desempleada de por vida, dependiendo de subsidios para sobrevivir.

Siendo el trabajo una de las principales ocupaciones de las personas en edad adulta, los terapistas ocupacionales nos preguntamos de qué manera es posible la inclusión laboral de las personas que viven con una discapacidad en nuestro país, la Argentina. No quedan dudas de que si una persona empieza a trabajar, observamos un impacto positivo sobre sí misma, su familia y todo el entorno que la rodea.

¿Cómo hacerlo?

Afortunadamente, en los últimos tiempos se han desarrollado diversos abordajes que facilitan y promueven procesos de inclusión laboral exitosos. Uno de ellos es la metodología de Colocación Individualizada con Apoyos (Individual Placement and Support), la cual consiste en brindar los apoyos tanto humanos como técnicos y las acomodaciones necesarias (no desmedidas) a la persona y ofrecer acompañamiento a la empresa, siempre en su justa medida, ni de más, ni de menos. Además de ser un método científicamente validado para personas que viven con una discapacidad, es una metodología que se impone cuando trabajamos con poblaciones vulnerables, cuyo acceso al empleo se ve dificultado.

Estoy convencida de que todas las personas tenemos derecho a trabajar, más allá de nuestras características. Y no solo eso, sino también de que el trabajo (en condiciones favorables), es un determinante para la salud y un promotor de la vida autónoma. Como si fuera poco, también sabemos que si empezamos a hablar de convivencia, en lugar de inclusión, nuestro mundo sería un lugar mejor. Yo ya tengo el remo en mis manos, ¿y vos?