Los tiempos están cambiando. Son cada vez más las mujeres que están alzando sus voces para denunciar diferentes tipos de abusos y maltratos. Alrededor de todo el planeta, movimientos y activistas feministas están ayudando a millones de mujeres a tomar coraje y expresar su verdad.
La industria del entretenimiento ha sido pionera en visibilizar la lucha por la igualdad de género. Desde el año pasado con el surgimiento del Time’s Up y del #MeToo, en el que un importante grupo de actrices de Hollywood se animó a denunciar los acosos que sufrieron interrumpidamente por diferentes actores, directores y productores, la impunidad ha dejado de ser el arma preferida de los acosadores.
Hoy lo mismo está sucediendo en la Argentina. La denuncia pública que realizó la actriz, Thelma Fardín, con respaldo del colectivo argentino de actrices, conmovió a todo el país. En un crudo video, la joven de 26 años contó que fue violada a los 16 años por Juan Darthés, de 45, durante una gira de Patito Feo, en Nicaragua.
«¿Por qué no lo contó antes?», fue el argumento generalizado frente a una chica que lograba verbalizar lo que le había sucedido 9 años atrás. «¿Por qué esperó tanto tiempo?», se preguntaban, incrédulos, quienes creen que detrás de su relato existen otros intereses.
No era la primera vez que pasaba. La actriz argentina Calu Rivero había compartido elenco con Darthés en Dulce Amor y, en diferentes oportunidades, expresó el acoso que recibió por parte del actor, durante el 2013. Casi nadie la escuchó. La mayoría la trató de «loca» y de «histérica». A ella, se le sumaron las argentinas Natalia Juncos y Anita Coacci, quienes también sufrieron abuso por parte del mismo actor. Él, como defensa, inició un juicio por calumnias e injurias. Mientras, la sociedad, con un dedo inquisidor, les volvió a preguntar: «¿Por qué no hablaron antes?».
Cintia González Oviedo es psicóloga especializada en género y directora de Bridge the Gap. En conversación con VIX, explicó cuáles pueden ser las diferentes secuelas de una violación y el porqué no es posible hablar de tiempos cuando se trata de un hecho traumático.
¿Por qué no todas las víctimas de violación reaccionan de la misma manera?
Para González Oviedo, lo primero que hay que entender es que cuando ocurre una violación hay una relación asimétrica de poder entre la víctima y el violador. Muchas veces no se denuncia por esa misma situación de desventaja. En esta sociedad, la palabra de una mujer tiene menos valor que la de un hombre: «Estamos insertos en un sistema de poder en el que al que menos se le cree es a la víctima, se la va a culpar, incluso, hasta de su propia muerte», asegura.
«Viajaba sola a un país desconocido», «usaba short demasiado corto», «caminaba sola por la calle a las 3 de la mañana» son algunos de los comentarios que se repiten cuando los casos de femicidio son televizados. El «algo habrá hecho» se transforma en el argumento que calla cualquier posibilidad de denuncia.
De ese modo, la víctima se enfrenta a una «crítica» inserta estructuralmente en nuestra sociedad, que le hace imposible poder verbalizar el traumático hecho. Es preferible callar antes que ser señalada como una «mujer fácil» y aceptar esa culpa social que se nos impone desde niñas.
«Al no poder procesarlo psíquicamente se puede generar un estrés postraumático que tiene un montón de consecuencias como depresión, ansiedad, irritabilidad y aislamiento social», afirma la psicóloga. En ese sentido, para la víctima la culpa y la vergüenza es tan grande que crea un escenario para justificar de cierta manera el hecho de ser violada, tal cual como la sociedad lo hace con ella: «Algo dije», «algo hice para sufrir esto».
Tomar conciencia de una violación es lo más difícil. Porque según la teraupeuta, la víctima buscará la manera de no enfrentarse a esa situación, tratando de olvidarla, seguir con su vida. Sin embargo, los recuerdos pueden hacerse presentes, a través de pesadillas o hechos que le harán revivirlo. La psicóloga recomienda que es necesario transitar por un proceso de tratamiento muy complejo para poder enfrentarlo.
Asumirse como víctima de violación no es fácil
Para Cintia Gonzalez Oviedo, en todos los casos de violación, la reputación de la víctima queda herida, sin embargo, en el caso de las famosas, como el de Thelma Fardín, se puede hacer más visible. Hay una humillación de la que la mujer no puede separarse y, exponerse públicamente a contar un hecho tan doloroso, puede ser peor:
«La sociedad refuerza esa denigración de la integridad humana que sufre la víctima, ya sea porque no le cree o porque la culpa de lo que le pasó. Entonces, el silencio es la única opción. Asumirse como víctima de violación es un estigma social. Y ahí aparecen los pensamientos de: ‘No voy a tener trabajo’, ‘no voy a poder tener un novio, si le cuento esto ¿qué pasa?’, ‘en las relaciones sexuales me pasan determinadas cosas, ya nada es como antes’. Lo que sucede es que hay un temor a perderlo todo».
¿Qué pasa con las mujeres que no tienen recursos económicos?
Ahora bien, no es lo mismo ser una mujer famosa que posee acceso a los medios de comunicación y que tiene recursos económicos, a ser una que no encuentra asesoramiento ni una manera viable de costear sus gastos:
«La chica de barrio a la que le pasó, por ahí va a una comisaría a denunciar la violación totalmente sola. Y a partir de ahí, va a entrar en todo un sistema de re-victimización, que es el sistema judicial de la Argentina. Todo el tiempo te va a poner palos en la rueda y te va a hacer que revivas lo que pasaste. Algo que te obliga realmente a decidir no denunciar».
La errada imagen de un violador
Dentro del imaginario popular está instalada la creencia de que el violador es necesariamente un monstruo o alguien a quien uno reconoce al instante por su aspecto y su manera de ser.
Para González Oviedo, es importante terminar con esa percepción errada. «La gente tiende a creer que el violador es un tipo extraño que te ataca en un callejón oscuro o en un baldío. Esta bien. Sí, existen, esos tipos. Pero también están los violadores que pueden ser amigos, parientes, gente que trabaja con nosotros y que pueden ser de confianza. El violador no es una rareza. Creer esto es un gran obstáculo para la víctima porque justamente por esto se les termina no creyendo, en la mayoría de los casos», finaliza.
Como Thelma, miles y miles de mujeres al año deciden abrir una puerta y romper con el espiral del silencio. Frente al «¿por qué no lo denunció antes?», existe implícito un: «Porque ahora quiero».
Nota original: https://www.vix.com/es/vida-e-inspiracion/211474/por-que-espero-tantos-anos-para-contar-que-la-violaron-psicologa-responde-para-que-no-lo-preguntes